“Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el
camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador, y yo
espero en ti todo el día.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. No
recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud: Por tu bondad, Señor,
acuérdate de mí según tu fidelidad. El Señor es bondadoso y recto: por eso
muestra el camino a los extraviados;
Él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a
los pobres.” Salmo 25(24): 4-5.6-7.8-9.
Fuimos salvos por gracia, por medio de la obra del
Señor Jesucristo, y somos santificados por la obra continua del Espíritu Santo.
La verdadera santidad es deleitosa y agradable y a la vez contraria a nuestra
manera de pensar, ya que a veces asociamos a la santidad con privaciones, caras
tristes, personas frustradas, el claustro y otros acontecimientos. La Biblia
nos habla, de la hermosura de la santidad que se derrama sobre la vida de todo
aquél que se anima a dejar a la presencia de Dios todo, trabajar en su
vida con un propósito, porque nuestra alma no fue hecha para llenarla con
placeres o con la aceptación de las personas. Nuestra alma nació y
está hecha solo para ser llena de Dios.
Porque tu descanso está en la fe. Tú ayuda
está en la gracia diaria hacia los demás, tu victoria esta en permanecer
en tu lugar asignado por Dios.
Ora a Dios: “Sé
que vives en mi porque te pertenezco, viviré mi vida y mi propósito por
ti, amando a los demás conforme tu vida me Cambia. Amén”
Referencias:
Escrito por Claudia Forero, Muéstrame Señor Tus Caminos ,25 de Agosto de 2015.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario